lunes, 28 de julio de 2008

Hay días que sólo explotar


Hay días, los lunes son más propensos a ello,
en que sólo apetece estallar de una vez y se acabó.
Eso sí, como a uno le quedan ciertos principios,
si hay que explotar, que sea con estilo y sin salpicar,
por eso digo bien alto con Ivá, es decir, con Makinavaja:
"En este mundo podrío y sin ética, a las almas sensibles
sólo nos queda la estética".
Y ahí va mi estallido de hoy, para que quede constancia.
Mañana será otro día.

sábado, 19 de julio de 2008

Descifrando el apego



El Apego es el vínculo afectivo que se crea entre el/la niño/a y las figuras de referencia inmediatas (padres, hermanos, abuelos…); en general, el vínculo más intenso será con los padres, pues el apego se inicia con las figuras cuidadoras y éstas suelen ser los padres; culturalmente, hoy en día, el mercado laboral crea un panorama en el que la dedicación en cantidad y calidad de tiempo tiende a distribuirse entre diferentes miembros de la familia y cuidadores/as profesionales o guarderías, lo cual no es malo en sí, pero puede generar una débil creación de vinculación adecuada con los progenitores y una distribución de vínculos entre varias personas que puede generar confusión afectiva, pero que desde un punto de vista positivo puede contribuir a mejorar la socialización (Félix López).

El apego se sostiene en dos aspectos básicos: disponibilidad e incondicionalidad. Un apego adecuado se basa en la proximidad y accesibilidad de la figura de referencia, por un lado y por el sentimiento de que tal figura no fallará cuando se la necesite, por el otro.
Cuando estas dos condiciones se debilitan, el vínculo comienza a estropearse hasta llegar a ser irremediable.

Nótese que hasta este momento hago alusión al Apego inicial que surge desde el nacimiento. Más adelante se hará referencia a cómo el tipo de apego delimitará una línea de posibilidades de construcción de relaciones adultas (de amistad y de pareja, especialmente).

En el primer año de vida, el recién nacido, presuponiendo un desarrollo “normal”, pasa por varios momentos, que respecto a lo que al apego se refiere, se pueden sintetizar diciendo que al principio hay una búsqueda de rostros y figuras humanas (voz, tacto, movimiento, temperatura, etc. que resultan atrayentes y reclaman su atención); en un segundo momento se inicia la discriminación entre unas figuras y otras, mostrando preferencia por las más cercanas, sus cuidadores habituales, en especial la madre. En un tercer momento, además de discriminar unas figuras conocidas de otras extrañas, surgen sentimientos de recelo, cautela e incluso rechazo al desconocido (en torno al octavo mes). En el segundo año el apego se consolida (enriquecido por todas las posibilidades que va construyendo el infante, como una mayor movilidad exploratoria, acceso al lenguaje, etc.).

¿Qué puede suceder para que no se forme un apego adecuado y seguro?

Muchas cosas, por supuesto, pues aunque los padres sientan “amor” por el bebé pueden cometer unos cuantos errores educativos que irán pasando factura, al ir acumulándose como en un efecto “bola de nieve”.

Las posibilidades del Apego (Bowlby):

Como se mencionó antes, dos condiciones básicas, disponibilidad en el tiempo e incondicionalidad, bastan por sí solas para describir la gama de posibilidades de desarrollo del apego. A lo largo de los primeros meses y acotando hacia los dos años (siempre habrá casos y es necesario citar la capacidad de resiliencia del ser humano) ya se ha encauzado un tipo de apego u otro:

Cuantos más fallos haya en alguno de ambos aspectos, peor tipo de vinculación afectiva podrá crearse, lo que repercutirá en toda la vida futura. Las posibilidades de tal construcción se materializan a través de la interacción con las figuras de apego mediante la calidad de la relación. Existe un estudio muy citado de Ainsworth (discípula de Bowlby), a través de una situación experimental con niños menores de 2 años, observando sus reacciones ante la separación de la madre (ésta sale de la sala y deja al niño solo), la entrada en la sala de un extraño y el regreso de la madre.

Las conclusiones configuran un panorama con varios tipos de apego:

Apego Seguro:

Los niños con este tipo de apego sienten ansiedad ante la separación (lloran) y ante el extraño, buscan de manera inmediata el contacto con la madre cuando ésta regresa. Reducen el llanto cuando vuelve la madre. Esto se debe a que las experiencias que han tenido han sido adecuadas, con calidad, existiendo contacto físico afectivo ajustado desde los primeros meses de vida. Sus madres han estado atentas y cuando el bebé llora lo cogen y atienden, ajustando la relación a sus necesidades

Apego evitativo:

Los niños no muestran angustia o enfado cuando la madre se aleja y sale de la sala. Pueden mostrarlo cuando ya están solos. No reaccionan de una manera diferente ante un extraño o su madre. Sin llegar a oponer resistencia o rechazar el contacto con la madre, tampoco reaccionan en sincronía, sino que se quedan inexpresivos y no reaccionan con alegría, no hay apenas una iniciativa de búsqueda de contacto físico con la madre. Sin duda, estos niños han pasado por experiencias en las que la madre no ha reforzado de manera adecuada la vinculación, posiblemente no han atendido sus llamadas ni llantos.

Apego ambivalente:

Mientras la madre está con ellos, buscan el contacto con insistencia y hay bastante consonancia, pero al dejarlos solos pueden llorar o no. Al regreso de la madre manifiestan rechazo, enfado, indiferencia o hacen cosas como esconderse de ella o pegarla. Suelen seguir llorando aunque la madre inicie contacto físico y ésta se manifiesta incapaz de calmarlos. Posiblemente ha existido un patrón poco consistente en la relación con el bebé, estando pendiente unas ocasiones, pero siendo indiferente y actuando con dejadez en otras, lo que suelen ser intentos educativos fallidos y poco coherentes para generar, puede que con buenas intenciones, hábitos adecuados en su hijo/a; sin embargo, lo que va aprendiendo el menor es a tener desconfianza y rechazo, así como una dependencia y contacto ansioso cuando la madre se halla presente.

Apego desorganizado:

En el experimento, cuando la madre entra en la sala, los bebés pueden reaccionar de formas muy diferentes (por supuesto, esta situación experimental se repitió varias veces con cada madre-hijo, en diferentes días para observar la consistencia de la relación). La mayor parte no establece contacto visual con la madre cuando ésta les toma en brazos, manteniendo una expresión expectante, atónita o indiferente. La inseguridad y desorganización del vínculo se muestra porque pueden llorar de pronto, tras haberse calmado, o se comportan de manera fría y distante ante los intentos afectivos de la madre.

Las conclusiones parecen claras. Se da un apego seguro ante comportamientos maternos consistentes en el tiempo, existiendo contacto físico y visual, con juegos diádicos ajustados, interacción variada en diferentes situaciones, interacción “auténtica” en el día a día de las rutinas (aseo, alimentación, sueño, etc.), siempre afectiva.
El apego inseguro (evitativo, ambivalente o desorganizado) se manifiesta cuando las madres no han tenido un contacto físico adecuado con su hijo, siendo más en función apetencias propias que por las demandas del bebé o ha existido ausencia de contacto físico; ante las rutinas diarias estas madres se comportan de manera maquinal, sin expresión afectiva, sin contacto visual ni juegos interactivos diádicos con su hijo/a. Suelen existir conflictos intrafamiliares y personales, ansiedad e insensibilidad materna. Es frecuente que tales madres hayan tenido una historia de apego no adecuada que transmiten generacionalmente. Lo dicho, centrado en la figura materna, por ser la de mayor relevancia para el bebé, sobre todo en los primeros meses, es igual de aplicable al padre u otras figuras de referencia cuidadoras.

¿Cómo influye todo esto en nuestra vida como adultos?
¿Por qué es malo el apego?
Amar no es apegarse a otro (la relaciones de pareja sanas)

Citando a Daniel Goleman, él menciona tras aspectos básicos, tres sistemas, que modulan el entramado de las relaciones de pareja, el amor.
Son: apego, cuidado y sexo. Respecto a este último, una relación amorosa tiene un componente sexual claro, sin el cual no tiene mucho sentido (respetando la platonicidad, claro), pero una sexualidad sana es bastante importante para que la pareja funcione (no es el tema ahora). Lo que queda claro es que sin atracción ni deseo por el otro,no habrá mucho futuro para esa pareja.
Además, en una relación de pareja surge la idea guía de cuidado del otro (queremos que se sienta bien, queremos protegerlo, cuidamos en lo posible del otro). Sin este componente, se hablaía más bien de una relación egoísta, insustancial o puramente sexual.
Por fin, el tipo de apego que hemos “mamado” se pone en juego ante la posibilidad de tener una relación de pareja.
Visto lo anterior, quien parte de un apego u otro juega con cartas muy diferentes. Sintetizando lo dicho referido a los tipos de apego,

¿qué adulto seremos en función de uno u otro?:

Estilos de apego y vida adulta:

Estilo Seguro: personas con una visión positiva de los otros y de sí mismos, bien desarrollada la asertividad, seguros de sí mismos, capaces de hablar se sus sentimientos. No quiere decir que sean perfectos, pero en las relaciones con los otros saben modular el contacto y no generan dependencia emocional.

Estilo Inseguro: ya sea evitativo, ambivalente o desorganizado, estas personas muestran ansiedad ante las relaciones, que resuelven de diferentes maneras, pasan por periodos de dependencia emocional obsesiva con algún “otro” que sea objeto de su amor. Pueden embarcarse en historias frustrantes y son especialistas en enamorarse de quienes no deben; se muestran incapaces de sentir amor y dejarse llevar, debido a la desconfianza. Suelen tener una visión negativa de los otros, problemas de baja autoestima y una visión negativa de sí mismos.
Este tipo de persona es la que hace que tengamos que decir que el Apego es algo negativo, que genera dependencia emocional (es aconsejable un vistazo a Walter Riso, por ejemplo: “¿Amar o depender?”), donde se pueden leer cosas como:
“…el desapego no es desamor, sino una manera sana de relacionarse cuyas premisas son: independencia, no posesividad y no adicción…la persona no apegada es capaz de controlar sus temores al abandono, no considera que deba destruir la propia identidad en nombre del amor, pero tampoco promociona el egoísmo y la deshonestidad…declararse afectivamente libre es promover afecto sin opresión, es distanciarse en lo perjudicial y hacer contacto en la ternura…romper con la adicción a su pareja no es…fomentar la frialdad afectiva…(quienes se “apegan al desapego” no son libres sino “esquizoides”). No podemos vivir sin afecto…pero podemos amar sin esclavizarnos. Una cosa es defender el lazo afectivo y otra muy distinta ahorcarse con él. El desapego no es más que una elección que dice a gritos: el amor es ausencia de miedo”.

En fin, saber todo esto no evita que nos sintamos y actuemos de maneras irracionales, pero partiendo del tipo de apego recibido en la infancia podemos hacernos conscientes de las relaciones que hemos ido estableciendo con los otros y qué parejas hemos tenido/tenemos o ya no tenemos ni queremos.
Y es bien diferente hablar de las necesarias condiciones de disponibilidad e incondicionalidad de un bebé para con su figura de apego a una relación de pareja como adultos, donde pedir esas condiciones sería bastante angustioso para el otro y frustrante para uno mismo.
Un tema interesante sería también el de considerar los diferentes tipos de pareja que pueden darse y cómo hay situaciones de parejas que, si para uno serían insoportables, para otro son su esencia. Lo digo por relaciones entre personas con apegos seguros/inseguros, en sus distintos grados, imaginando por ejemplo, qué pasaría entre diferentes combinaciones:
Seguro-Evitativo, Seguro-Ambivalente, Seguro-Desorganizado, Seguro-Seguro
Ambivalente-Evitativo, Ambivalente-Desorganizado, Ambivalente-Ambivalente
Evitativo-Desorganizado, Evitativo-Evitativo
Desorganizado-Desorganizado
Hay algunas de tales parejas que se darían muy raramente o durarían muy poco, otras pueden generar sistemas enfermos pasionales que salten en las noticias. Unas pocas combinaciones pueden sostenerse y alguna puede considerarse sana.
Si somos capaces de conocernos un poco y saber de dónde venimos, posiblemente podamos generar los cambios necesarios para no embarcarnos en viajes al infierno, en los que metemos a personas que, además, nunca quisieron embarcarse. Y si somos capaces de avanzar un poquito más, puede que un día consigamos por fin viajar con compañeros/as a los que les hagamos sentirse libres para amar sin miedos, como nosotros mismos nos sentimos.
Ese es mi deseo para tod@s

viernes, 11 de julio de 2008

LA MUERTE DEL YO

El problema del Yo radica en su inexistencia.

El individuo fue un invento del capitalismo, que a su vez fue originado por el protestantismo (tesis que mantiene Max Weber por primera vez en su libro “Die Protestantische Ethic und der Gëist des Capitalismus”,1905), (La ética protestante y el espíritu del capitalismo).
Antes del siglo XVI la idea de acumular riqueza no estaba extendida, pues no existía tampoco una clase burguesa propiamente dicha.
Así ya podemos ir acercándonos al origen del Yo, del individuo, la persona.
Se trata de un invento de las clases adineradas que siguen el principio de acumular riqueza, promovido por las ideas protestantes de austeridad y ahorro, lo que trae consigo el tiempo suficiente para pensar en uno mismo, como individuo. Las ideas protestantes se extendieron y tras el Concilio de Trento hasta hoy día bien podemos decir que parece que han prevalecido con suficiencia.

Realmente, si lo pensamos un poco, da la impresión de que somos alguien especial, único y esas cosas que se dicen, para sostener la propia autoestima, (un ejercicio de autoengaño, claro), porque hemos nacido bajo el esquema capitalista y resulta muy difícil salirse de la rueda.

Erich Frömm incide en el mismo tema que Max Weber, señalando la época renacentista como el origen del individuo, el periodo de la Reforma, calvinismo y luteranismo, emergencia de la clase burguesa y del capitalismo; así lo podemos leer en su libro “Escape from Freedom”, 1941, es decir, “Die Furcht vor der Freiheit” o “El miedo a la libertad”.

Nace así el individuo, la libertad individual. Pero es una mera apariencia, ya que como Frömm señala, al niño se le educa para convertirse en una pieza más del mecanismo consumista capitalista. Realmente no nacemos con el afán de atesorar cosas y de poseer bienes materiales. La idea del éxito personal se ha enraizado en la del éxito económico y ahí se termina todo. La tesis de E. Fromm señala la creciente debilidad del Individuo al verse inducido en su proceso de aprendizaje a simular estados emocionales que no le son propios, a sentir de una manera que no es muy humana (eso da lugar al comportamiento aborregado imperante). Puesto que aunque nos consideramos únicos no ansiamos nada diferente al que tenemos al lado, ni siquiera pensamos algo diferente (aquí abro pestaña para citar a Herbert Marcusse y su "Hombre Unidimensional")

Así, realmente se ha ido debilitando el Yo, algo que ni siquiera existía, que fue inventado por el capitalismo y que será destruido también por el propio capitalismo, dando lugar a la desaparición del sistema capitalista propiamente dicho. Y que no se confunda esto con la posibilidad de algo parecido al Comunismo (cualquier totalitarismo me es ajeno...si se me tiene que tachar de algo que sea de anarquista en todo caso)

Lo que nos jugamos es bien sencillo:

Estamos abocados a decidir si queremos seguir siendo individuos y perecer bajo el yugo capitalista (desbaratando el planeta) o comunicarnos como especie, recuperando el sentido de estar en el mundo, pero dejando de ser un Yo individual. Y lo mejor de todo esto, para rizar el rizo de la locura humana es que será una creación de la maquinaria consumista la que generará la posibilidad de que tal cosa sea posible (la nanotecnología es un hecho ya)…la posibilidad de estar plenamente conectados con los otros (implantes desde el nacimiento), un mundo tan plagado de nuevas emociones que la idea del Yo se desvanece, apabullada por las conexiones con los otros, con nuestros amigos, conocidos, vecinos, la gente…algo que habíamos perdido de manera irremediable dada la insoslayable atención al Uno Mismo.
Individuo y Especie, qué palabras tan extremas, pero pregonar hoy en idea la muerte del Yo es un ejercicio similar al que ya inició Nietzsche al anunciar la muerte de Dios, joder, no me quedé corto con la comparación.
El caso es que la nueva crisis nos permite pensar en lo que queremos hacer con el mundo, con los otros y con nosotros mismos. Tendría que ser un ejercicio de reflexión sobre lo que gastamos y lo que acumulamos. Es una muestra clara que nos dice que cuando un individuo acumula demasiada riqueza siempre hay detrás una onda de individuos hacen lo mismo y otra enorme de aspirantes a poseer las mismas cosas. El concepto del Ahorro nos ha llevado a esto, porque quienes ahorran se vuelven avaros de sí mimos y siempre quieren más, así se construyen los grandes imperios empresariales y familiares. Sin embargo, siempre aparece algún Cisne Negro que nos da una bofetada de realidad.
Si se supera el capitalismo, cosa que ahora mismo tal vez parezca descabellada... ¡qué vendrá luego! La especie, si tenemos un cerebro tan grande es para poder sentirnos como humanos en conjunto…
¿Os imagináis poder sentir de manera empática lo que le pasa por el cerebro a un “individuo” que lleve viviendo años en un campo de refugiados en medio de la nada? Poder percibir el dolor de los que mueren a cada instante de formas violentas, de los asesinatos y violaciones, de la destrucción en vida de tantos seres humanos y al instante poder sentir también las fiestas, la diversión, la alegría pura humana entrando por cada poro… ¡qué contraste! Así se terminaría con toda esa mierda de las guerras y la riqueza, desde que fuésemos capaces de sentir en propia carne a la especie, no de una manera cognitiva, sino como una emoción.

¿En qué punto nos encontramos ahora?

La tecnología nos pone en bandeja la posibilidad de conectarnos con cualquiera en el mundo, de ver en directo cada tragedia humana; en breve podremos sentirla también; si aún así todo continuase igual el ser humano no tiene sentido alguno. La tecnología debería hacernos tomar conciencia de dónde estamos como especie y hacia dónde vamos…tal vez, por desgracia, hacia dónde no podemos dejar de ir. Veremos.
(En elaboración)